sábado, 24 de agosto de 2013

TALTOSOK BARLANGJA (CAVERNA DE SERES SUPERIORES)

Mucho se ha escrito sobre la biblioteca de láminas de oro y otros metales descubierta por el húngaro- argentino Juan Moricz (1923-1991)
Juan Moricz
en la famosa Cueva de los Tayos, en la amazonia ecuatoriana. Pero en esta ocasión queremos detenernos en otros descubrimientos tanto o más fantásticos.


EXPEDICION MORICZ-GOYEN ‘68

 Cuando Juan Moricz guió a su amigo argentino Julio Goyén Aguado (1934-1999) en Febrero de 1968 al interior de la entrada “fundamental”  de la cueva que conduce a la “cámara de los tesoros”, se encontraron con la extraordinaria visión de cuatro cuerpos o “esqueletos”,  como los llamaría Goyén Aguado tiempo después. Para la descripción de este relato nos basamos en las numerosas charlas con Guillermo Aguirre (biógrafo del espeleólogo Julio Goyén Aguado), en su libro Lírico y Profundo (2006) y en otras  fuentes consultadas.
Julio Goyén Aguado contó que llegados a un determinado recinto subterráneo, se encontraba un especie de sarcófago semi traslucido, probablemente de cuarzo -según aventuró en ese entonces el  joven espeleólogo-, cuyo interior contenía un cuerpo: “Es un ser…del que emana un aura inexplicable” “No está ni muerto ni vivo…”
También había otros cuatro cuerpos, todos eran de talla bastante inferior a la de un hombre adulto: "El cuerpo del primero parecía estar totalmente revestido en oro..."
Julio Goyén Aguado y Juan Moricz en el recinto subterráneo

  Nos preguntamos quiénes serían estos seres pequeños,  ¿Servidores de, o  los verdaderos constructores del “mundo subterráneo”? ¿Sus guardianes? Algunas personas que aseguran tener contacto con  Intraterrestres como el peruano Ricardo Gonzalez, hablan de seres similares que formarían parte de las mitologías de los nativos del lugar- los Shuaras-, y se les conocería con el nombre de Sunkies, los custodios de las cuevas y sus tesoros.
Supuesto Shunkie



LOS INTRATERRESTRES EXISTEN

Hay un libro: Los Intraterrestres Existen (1978), de dos periodistas franceses: Guinchard y Paolantoni,

donde se cuenta en forma novelada y con algunos agregados desconcertantes, la historia del descubrimiento del mundo intraterreno por Juan Moricz (Yan en dicha novela) y su contacto con los habitantes de aquellas profundidades. Resulta extraño que Moricz haya autorizado dicha publicación. Sí, es evidente que los periodistas lo conocieron y recibieron determinada información por parte de él; pero tengamos en cuenta que Moricz dijo en su momento, que cada libro escrito sobre “su historia” era uno peor que el otro. En esta obra que nombramos, se relata algo similar a lo que venimos reseñando: el encuentro en una sala de la caverna, de  "Esqueletos enteramente recubiertos de una fina capa de oro. (…) todos parecen esperar una señal para abandonar su inmovilidad y recuperar la vida…"
 Esta narración nos hace acordar a una descripción en el controvertido libro La Crónica de Akakor (1976)

basada en los dichos del falso cacique indígena Tatunca Nara sobre ciudades subterráneas en la más profunda selva amazónica brasileña:  “En el centro de la habitación cuyas paredes irradiaban la misteriosa luz se encontraban cuatro bloques de piedra transparente. Cuando lleno de temor, pude acercarme, descubrí en ellos a cuatro misteriosas criaturas: cuatro muertos  vivientes, cuatro humanos durmientes (…) yacían en un líquido que los cubría hasta el pecho (…) Dioses durmientes". Curiosa semejanza.

 TALTOS

 Enlazado con el tema que estamos tratando, queremos también resaltar las siguientes informaciones:
 Juan Moricz afirmó varias veces  que las cavernas estuvieron habitadas por  los Belas, pueblo misterioso, hace más de 250.000 años, que eran a su vez herederos de una cultura superior: los Taltos de la mitología Magiar (antigua Hungría); Dioses cósmicos que socorrieron  a la humanidad del lejano pasado. También afirmaba  que trajeron aparatos para perforar con rayos desintegradores y acondicionar las entrañas de la tierra, creando grandes cavidades para poder ser habitadas.
 Hubo otras declaraciones de Moricz más sorprendentes: “Pueden tildarme de loco pero hay seres superiores bajo la tierra”. “Son de carne y huesos, pero genéticamente superiores”
Dio a entender que tuvo contactos con ellos. En el libro ya citado Los Intraterrestres Existen, los autores pusieron en boca de Yan (Juan Moricz), lo siguiente: "Son hombres de talla menor a la media normal. Están vestidos con largos mantos o capas, cuyo material centellea bajo las luz (…) no tienen nada que los diferencie realmente de nosotros, sino los ojos en forma de almendra muy alargada. El conjunto del rostro es oviforme (…) Los ojos me parecen oscuros…"
Antes de avanzar, debemos admitir que en la descripción de los seres, tanto en los relatos de "Akakor" como en los del libro de los periodistas franceses hay diferencias de tamaño y conformación. 
 Según Gerardo Peña Matheus, quien fuera abogado de Juan Moricz durante varios años e incluso  participó en la expedición Moricz 1969, Juan le contó que hay tres tipos de guardianes, los de "superficie", que serían los nativos Shuaras, luego los "seres pequeños", que controlan los  accesos a las salas donde viven los "Taltos", que son hombres altísimos, los custodios de la "biblioteca del conocimiento", y con los cuales Moricz entabló comunicación.
 Recordemos también que en una de las salas subterráneas, según Juan, se encuentra una gran mesa, tal vez ceremonial, con siete sillas alrededor, todo hecho en piedra, que daría la sensación de haber sido construida por y para gigantes.

 Guillermo Aguirre cuenta en su libro y nos lo reiteró personalmente, que Goyén Aguado aseguró siempre, que las indicaciones para la ubicación de los tesoros, primero Juan y luego él, las recibieron por vía telepática.

CARROS DE LOS DIOSES

El misterioso espeleólogo vasco-argentino Julio Goyén Aguado, contó a su biógrafo, que estando dentro de un túnel con Juan
Julio Goyén Aguado (Archivo Javier Stagnaro)
 Moricz y sus guías Shuaras a una temperatura constante de 20 grados c. y con aire puro perfectamente respirable, una sensación física muy extraña los inundaba. Años después aventurarían que se trataba de radioactividad. Según Goyén, dicha radioactividad sería producida por los sistemas de impulsión de los artefactos de los “habitantes de las profundidades, los auténticos guardianes de las cuevas”.  Estas declaraciones nos remiten a la crónica que hizo el legendario explorador polaco Ferdinand  Ossendowski  en su libro Bestias, Hombres, Dioses (1923).


Allí nos cuenta que durante su viaje a Mongolia recogió relatos sobre la ciudad subterránea de Agharti y sus habitantes: “En extraños carros, que nosotros no conocemos, recorren a toda velocidad los estrechos pasillos del interior de nuestro planeta".

TALLERES DE TECNOLOGÍA AVANZADA

 En una entrevista en los años ’70, Juan Moricz responde que en las profundidades de esas cavernas “Hay talleres de tecnología avanzada…”
Y aquí quiero detenerme en las confesiones que nos hiciera la psicoterapeuta Bettina Allen,
Bettina Allen
amiga de Juan Moricz y también investigadora de civilizaciones desaparecidas. Nos dijo que después de tantos años de guardar secreto sobre las cosas que Juan le contó y sobre todo le mostró, en una visita guiada -junto a otros testigos-a una de las cavernas de Los Tayos, quiso relatarmos algunas (otras no) informaciones:

 Logró ver con sus propios ojos, en subsuelos más profundos una tecnología desconocida. Moricz les permitió observar ciertos tipos de espirales (siete en total) en forma de serpentinas de aproximadamente dos metros, que desde una base se iban haciendo más pequeñas hacia arriba y giraban algunas a favor de las agujas del reloj y otras en contra. Despedían energías con luces de distintos colores, las cuales iluminaban todo el recinto. Estaban dispuestas en forma de un Mandala, una en el centro y las otras seis alrededor.  Bettina dice que se le informó que dicha tecnología corresponde a “Usinas geotérmicas  generadoras de campos electromagnéticos, para la alimentación energética de sus instalaciones”.
Tecnología desconocida en la caverna de los Tayos

 En estos momentos, se nos hace difícil saber y comprender las funciones específicas de esta tecnología.
 Cuenta Bettina Allen que también vio una caja negra que según Juan, captaba toda información de las personas que merodeaban por esa zona, a semejanza de un sensor y/o, tal vez, cámara de video.
 Nuevamente nos viene a la memoria La Crónica de Akakor, libro hoy ya desacreditado, pero que a nosotros nos deja aunque sea una pequeña luz encendida en nuestra investigación. Dice Tatunca Nara, el relator de esta historia, cuando el sumo sacerdote lo escoltó a las regiones secretas de la ciudad de  Akakor  inferior: “…una voz que parecía proceder de todas partes me ordenó que me levantara y que entrara en la siguiente habitación (…) Sus paredes estaban recubiertas  de muchos y muy diversos instrumentos. Brillaban y resplandecían en todos los colores. Tres grandes losas hundidas en el suelo  fosforecían como el hierro. Contemplé maravillado los extraños instrumentos durante algún tiempo”.  Otra curiosidad… Pero tengamos en cuenta que, cuando le fue mostrado a Tatunca  el número de la revista alemana “Der Spiegel”, de Marzo de 1973, en el que aparecía una foto de Moricz, Tatunca exclamó: “¡Pero si es Moricz! ¡A este lo conozco! Fue en el verano de 1967, cuando estuve en Venezuela, le explique al ingeniero Moricz, una parte de la historia de mi pueblo, de
Tatunca Nara
nuestros dioses y de los túneles subterráneos (…) es posible que Moricz haya realizado investigaciones por cuenta propia y haya realizado descubrimientos parciales…"

 Por supuesto que todo esto suena increíble, de difícil aceptación. Quisimos poner la lupa en la parte menos desarrollada de estas historias de las “Cuevas de los Tayos”, quizá la más fantástica e imposible de demostrar- por lo menos por ahora- . Quisimos también atar cabos, de acuerdo a las declaraciones de las personas más involucradas. Los testimonios son reales, fueron realizados tal cual lo expresamos en este artículo. Cualquier buscador con esmero, puede comprobarlo, en libros y archivos de periódicos de la época. Está en cada uno sacar sus propias conclusiones. Esto es solo un rasguño a la verdad, que seguramente yace muy, muy profunda.

Fuentes consultadas:
-www.adventure-trader.com
-www.legadocosmico.com
 Libros:
-Historia Documentada del descubrimiento de Las Cuevas de Los Tayos (Gerardo Peña Matheus)
-Austerria, Los Túneles de Agharta en América (Javier Stagnaro)

Ilustraciones: Joel Crocsel


EL SER EN EL SARCÓFAGO

Por intermedio de Guillermo Aguirre (q.e.p.d.) pude confirmar la veracidad del relato de Julio Goyén Aguado con respecto a lo que experimentó junto a Juan Moricz en uno de los recintos subterráneos de una de las Cuevas de los Tayos, que desarrollamos en el artículo principal. Logré hablar con Edgardo Lattes, quien me contó su curioso y fortuito encuentro con Goyén Aguado. 
 Pedí a Edgardo que lo reiterara por escrito:

"Te cuento como fue que conocí a julio: fue el 22 de noviembre de 1973 a las 19,30 hs. en la ventana de la maternidad del sanatorio MaterDay, los dos mirando absortos a nuestro hijos recién nacidos; en mi caso a mi primer hijo varón Mariano, y en el de Julio, a su segunda hija mujer. Más tarde, como a las 10,30 de la noche, me retiré para poder comer algo en la zona, y pasé por el restaurante El Canal; como estaba lleno, me iba a retirar, pero alguien desde el fondo me hizo señas, y cuando fui a ver quien era, me encontré nuevamente con Julio, quien muy cortésmente me invito a compartir la mesa. Durante la cena me comentó su gusto por la espeleología y su última expedición al Ecuador y especialmente a la cueva de los Tayos, mostrándome en esa ocasión, algunas fotos de dicha cueva y algunas personas e indígenas del lugar. Me asombré de las fotos y de las ruinas que mostraban a una civilización para mi desconocidas, con las construcciones a más de 50 metros de profundidad. Pero  más me asombré con el relato de que, después de bajar no se cuantas horas por los túneles de las cuevas, finalmente llegaron a una gigantesca catedral natural de mas de 50 mts. de altura donde se encontraba un sarcófago que parecía de cristal, con un ser pequeño que despedía una luminosidad y parecía levitar unos centímetros en dicho sarcófago; luego Julio agregó que no pudo acercarse lo suficiente pues entró en una emoción espiritual de tal magnitud que no podía parar de llorar y tuvo que ser asistido para poder seguir a la posterior cámara, donde pudo ver la biblioteca de laminas de oro y animales de todo el mundo reproducidos en ese mismo metal, según él, dejadas por una civilización llamada Los Antiguos, quienes narran en dichas láminas con signos ideográficos, la civilización humana en el planeta, desde sus orígenes. Me manifestó que dicha historia se remonta a millones de años en el pasado, pues la tierra fue habitada por varias razas de distinta procedencia. Está demás decir que se hicieron las 3 de la mañana y yo seguía preguntando a más no poder sobre este tema, y cómo se entrelazan las historias de algunas civilizaciones (sino todas) con la influencias de otras civilizaciones mas avanzadas de otros planetas, motivos que  personalmente son  los que más me interesan investigar  a partir de algunas experiencias en mi vida. Por eso quiero manifestar en esta breves palabras mi gran admiración por haber conocido en esa oportunidad a Julio; por sus conocimientos, su gran espíritu de aventura; y se que no fue casual. Años después, pude comprobar su amistad con otro gran amigo de él y mio que fue Guillermo Aguirre, hoy en día los dos me inspiran desde su dimensión, para seguir adelante en mis inclinaciones e inquietudes. Un abrazo Edgardo Lattes"