miércoles, 26 de diciembre de 2012

RAY BRADBURY HABLA DE LOS OVNI EN LA ARGENTINA

Husmeando en el archivo de nuestro colaborador Javier Stagnaro, recuperamos un  artículo publicado el 5 de Octubre de 1978 en la revista GENTE y la actualidad, donde uno de nuestros escritores de cabecera, el gran Ray Bradbury, responde a una entrevista, en la que se trata el tema Ovni y la posibilidad de vida en otros planetas. Una nota curiosa e interesante. He aquí, lo más sabroso del reportaje:
"Es fácil decir: es pueril. Pero lo pueril es creer que vendándose los ojos ante lo desconocido se suprime lo desconocido"
Victor Hugo (Contemplación Suprema)

Hablando de OVNI
-En los últimos meses han sido vistos en argentina una gran cantidad de OVNI, una especie de ola similar a la que hubo en Francia en 1954. ¿Usted tiene alguna teoría de estas apariciones masiva que ocurren en un país?
-No lo sé, aquí no se recibe mucha información sobre tales apariciones en otras partes del mundo, y aún cuando ocurren en Estados Unidos, es muy difícil conseguir información como para tener una opinión al respecto.
- ¿Cree que la mayoría de los testigos lo son de buena fe, o por el contrario, piensa que en estos momentos existe una suerte de psicosis colectiva al respecto?
-Solo se han recogido testimonios sobre esa clase de fenómenos por un periodo demasiado breve. De modo que es muy difícil decir si esas personas han visto OVNI. No creo que mientan ni que haya una psicosis masiva. Aquí el tema se trató hace ya unos 30 años cuando aparecieron los primeros libros.
 Hasta el momento no hay ninguna prueba definitiva. Por ejemplo, fotografías. Las que existen pueden no ser verídicas. Es lo mismo que pasa con los accidentes. En los últimos 7 años han perdido la vida en accidentes automovilísticos 2 millones de personas, pero aún no se ha podido fotografiar ni un solo accidente. Ocurren tan rápidamente que es casi imposible hacerlo.
-En la Argentina han aparecido fotos de OVNI en los últimos meses…
-Dicen que son fotos… ¿pero quién las sacó? Yo les daría crédito si hubiesen sido tomadas por un piloto, o por un meteorólogo, que son capaces de distinguir entre un globo de aire y un OVNI. La idea de ser famoso es tentadora… yo puedo estar en el jardín de mi casa, tirar un objeto al aire, pedirle a mi hija que lo fotografíe y decir después que se trata de un OVNI. 

“Soy un moralista”
-¿Cuál es el papel que usted cree tener, como escritor de ciencia ficción, con respecto a estos hechos: incrementar la imaginación de la gente y predisponerla a creer que han visto OVNI o ser un anticipador de la realidad como lo fue, por ejemplo, Julio Verne?
-Yo diría que el papel de Verne es el más importante. Y creo que ese papel es el mío. El gobierno francés me invitó a celebrar el centenario del nacimiento de Verne. El era un moralista constructivo y tecnócrata. Admiraba la nueva maquinaria que se creaba y sostenía que había que usarla. El capitán Nemo es un maestro de moral que odia las guerras y las maquinarias que se emplean para hacerlas. Verne envía a Nemo al mundo a suprimir esas maquinarias y a destruir las armas. Es como Cristo: elige caminar sobre el agua. Si logramos hoy quitar las armas de todos los países del mundo simultáneamente, tendríamos un mundo mejor. Esa era la meta de Nemo.  Julio Verne fue el gran moralista de todos los escritores de cualquier tipo de ficción y lo que me entristece es que Nemo no haya logrado su fin. Hoy tenemos guerras hasta con las ballenas. Nuestros problemas ecológicos son muy graves. Hace unos años yo estaba viendo un documental sobre África y la caza de elefantes.  Ver cómo los mataban me hiso sentir tan mal que me tuve que ir del cine. Es como ir a la catedral de San Pedro para dispara contra la cúpula y destruirla. Noi concibo que alguien pueda hacer algo así. Considero la destrucción como algo inhumano. Aparentemente me fui del tema. Pero no, está todo relacionado: Verne, la no destructividad, la caza de elefantes… si  Julio Verne viviera sería Jacques Cousteau.

Los seres extraterrestres
-Volviendo al tema de los seres extraterrestre, ¿cree usted que provienen de civilizaciones superdesarrolladas?
 -Si todos nos consideramos criaturas de Dios, no solo en este mundo sino en todos los mundos, y estos extraterrestres vienen de otros mundos, supuestamente creados por Dios, tendríamos que sentirnos orgullosos de pertenecer a un universo hecho por un mismo Dios y tan lleno de vida. Esto es lo que tiene de lindo el filme Encuentros cercanos del tercer tipo: la realidad de saber que el universo está totalmente fecundado y que seres de otros planetas nos visitan. Al final del filme uno se siente con ganas de ir a esos planetas desconocidos. Dado que nosotros, los terráqueos, estamos en tránsito –hemos llegado a la Luna y a Marte- no tendríamos que preocuparnos por la posibilidad que esos extraterrestres sean o no superiores a nosotros. Creo que en los próximos millones de años viajaremos millones y millones de kilómetros y visitaremos nuevos mundos  y el nuestro se mantendrá intacto. Nosotros seremos el plato volador del futuro. En realidad ya lo somos.
-Concretamente, ¿usted cree o no en la posibilidad de otros mundos habitados?
-Absolutamente.
-¿Sin pruebas, como las que exige para pronunciarse sobre los OVNI?
-Sí, porque la prueba somos nosotros. El que nosotros estemos en este planeta demuestra que hay vida en otros lugares… No va a haber diez millones de planetas vacíos, ¿no es cierto? ¿Para qué serviría haber creado un mundo si nadie lo habita, si nadie lo puede ver?... Así que cualquiera sea el punto de vista o la razón que miren, la fuerza de Dios o de la vida, o como quiera llamarse a lo que hace funcionar el Universo, la religión mantiene una teoría y la ciencia otra. Pero si usted se fija en todas esas teorías se dará cuenta de que es incomprensible saber cómo llegamos acá. O si este milagro pasó o no acá. Pero no importa, acá estamos y podemos observar nuestro alrededor y pensar que tiene que haber millones y millones de seres de diferentes razas, tan o más peculiares que nosotros.

La ciencia y la religión
-Usted habla de creer, es decir, de aceptar el hecho de la vida extraterrestre sin pruebas, totalmente al margen de la ciencia. ¿Ese creer sin pruebas no coloca el tema en un terreno similar al religioso?
-Sí y de muchas maneras. Los científicos estarían totalmente en desacuerdo con lo que acabo de decir, porque me objetarían que nuestra existencia no prueba nada, pero no creo que negarían la posibilidad de vida en otros planetas. De ahí en adelante se entra en el terreno de la religión. Se trata en la teología. Cualquier lugar que nosotros no conocemos se convierte en asunto teológico. Por ejemplo, podemos inventar muchas reglas sobre la gravedad, sobre la energía solar, pero ni siquiera sabemos que es la luz. Tenemos teorías sobre ella, pero no sabemos concretamente qué es. Terminamos diciendo que es algo misterioso y nos volvemos a referir a Dios porque no importa cuántas investigaciones hagamos: nunca solucionaremos ciertos problemas. Y ahí es donde la religión se establece. Donde los científicos no pueden resolver los misterios.
-Lo  fantástico ha entrado en nuestro mundo cotidiano y amenaza con sacudir nuestros esquemas tradicionales sobre ciencia, religión, filosofía. Una suerte de reedición de lo que pasó cuando el hombre debió admitir que la Tierra no es el centro del Universo. Si todo lo que hasta ahora creíamos no es cierto ¿por qué creemos en el futuro? 
-Yo escribí una cantata hace 9 años que era parte de una larga poesía. El concepto de Cristo quizá cambie para muchos porque las criaturas de otros mundos serian diferentes. Si hubiera una civilización de arañas intelectuales que fueran capaces de tomar decisiones morales, esas arañas no serian, claro, seres humanos, pero se comportarían como tales. El deber de la humanidad es diferenciar lo bueno de lo malo. Los animales no tienen esa opción. Nosotros podemos pensar acciones y esa capacidad es la que demuestra que somos humanos. Si una nave espacial llega a la Tierra y sus tripulantes se parecen a arañas o a conejos pero tienen, por ejemplo, un dedo pulgar, y pueden asir cosas con él, ahí está la respuesta. Porque podrían empezar a construir herramientas, a cambiar el ambiente, y entretanto se irían haciendo humanos. En el camino que recorrimos nosotros. Entretanto aprendimos a defendernos de otras criaturas de este mundo y más tarde a matarlas… Si un ser de otro mundo nos invade, puede que sea horrible. Yo escribí mi primera película sobre este tema: Venido de otro mundo. Ahí explicaba que no se puede juzgar a nadie por la apariencia física sino por su conducta. Si salen de la nave y se comportan como el Papa Juan, tendremos suerte y no habrá por qué pensar en agredirlos. Nuestra civilización cambiará de acuerdo con la calidad moral de las criaturas que nos visitan. Si estas criaturas llegan después de billones de años y se convierten en perfectos cristianos diremos, aunque no nos parezcamos físicamente: “ojalá seamos como ellos”. Y para eso tendremos que controlar nuestras  guerras; cosa nada fácil de lograr, porque nos gustan. Si no fuera así no existirían.



“Todo va a terminar bien”
-¿El tener que resignar el papel de centro del universo no será para el hombre un golpe duro?
-Eso es lo grande de los viajes interplanetarios. En lugar de sentirse tocado en su orgullo por el motivo que usted citó, tendrá la posibilidad de sentirse orgulloso por pertenecer a un universo lleno de vida y creado por un mismo Dios. Dios está en todos los posibles Adanes y puede tratarse de un Dios que evoluciona y nos da piedra libre para actuar junto con los seres de otros mundos. Puede ser que Dios nos diga: “Bueno, muchachos, yo no voy a estar siempre acá para ayudarlos. Tienen que actuar solo. Yo no les voy a decir que deben hacer, la elección la dejo a su criterio. Ustedes son responsables por la vida de todo el Universo”.
 Nosotros no somos los únicos y tendríamos que apreciar esa situación y aprender  a convivir, o que criaturas de otras órbitas vengan y nos den el ejemplo y nos digan “por Dios, terminen con las guerras y las agresiones”. Personalmente creo que vivir es tan lindo que no hay por qué arruinar ese hecho. Pero creo que en definitiva todo va a terminar bien. Aún es muy temprano y somos demasiado jóvenes.

-Cuando lanzaron los primeros cohetes espaciales usted dijo: “el hombre es realmente grande y a agarrado a Dios por el ruedo del sobretodo”. ¿Ahora, ante la cercana posibilidad de encontrar seres de inteligencia superior,  repetiría esa frase?
-Por supuesto. No hay pruebas de que existan seres superiores a nosotros alrededor del mundo. Aún somos nosotros los superiores. En todo el mundo hay editores que esperan ansiosamente de que aparezcan pruebas de la existencia de tales seres para enriquecerse. Cualquier catástrofe se convierte en best seller y sino, basta con pensar en los uruguayos que se perdieron en la cordillera.

“Si nos quedamos en la Tierra morimos”
 -Aun a título de hipótesis, ¿le molesta suponer que existan seres superiores a nosotros?
 -Si fueran superiores hubieran aterrizado hace ya mucho tiempo y nos hubieran dicho, ”Hola, acá estamos.” ¿Para qué se esconderían? 
-¿Cree que la  existencia de otros mundos habitados alterará la idea de Dios y los conceptos religiosos? 
-Yo escribí mucho sobre el concepto de Cristo en otros mundos.  No va a ser el mismo que el de nuestro Cristo. El Cristo africano es distinto al asiático. En México la virgen es morena y en África, negra. Si hay cambios en el mundo, cambiará la imagen de Cristo. 
-Bradbury, usted se refiere a la imagen, yo me refería al concepto, a la idea de Cristo. Es decir, al fondo, no a la forma. Además, para extender la religión tal como la conocemos hay que suponer que esos seres son similares a nosotros.

-Para construir una nave espacial tendrían que ser como nosotros. Matemáticos, físicos… Además, en muchos sentidos, todas las religiones son iguales. Son religiones del Sol. Cristo es el Dios del Sol y está en relación con Ra y los dioses persas. Por eso hay varios conceptos distintos de Cristo. En cualquier país, en cualquier planeta, en cualquier idioma, el Dios es salido de Sol. De modo que si esos seres tienen una religión tiene que ser solar. 

martes, 11 de diciembre de 2012

LA HISTORIA MIENTE (ERICH VON DANIKEN)


De vez en cuando el hombre tropieza con la verdad, pero la mayoría se levantan y se van como si nada. (Winston Churchill, 1874-1965)








Luego de dos años de haberse editado en España por editorial Edaf, llega a la Argentina (aunque en una cantidad escasa, ya que no se puede encontrar en la mayoría de las librerías) La Historia Miente, del celebérrimo Erich Von Daniken El padre de la paleoastronáutica nos despacha con un estudio del hasta ahora indescifrable Manuscrito Voynich, donde dice haber encontrado similitudes en su escritura con los grabados de muchas de las planchas, figuras y estelas que poseía el padre salesiano Carlo Crespi en su iglesia en la ciudad de Cuenca, Ecuador. El padre habría recibido durante años estas obras, de parte de los nativos de las selvas amazónicas. Ellos le contaron que los tesoros provenían de unos lugares secretos de sus antepasados. Von Daniken conoció a Crespi  en los años ’70 y tomó centenares de fotografías de su caótico y ya desaparecido museo. En sus arriesgadas opiniones, como siempre, Daniken cree que en esos grabados puede estar la clave para descifrar el Manuscrito  Voynich   y que su escritura, al igual que otras, en su origen,  fue traída a la tierra por extraterrestres; Y aquí hace entrar en escena a Enoc, el patriarca antediluviano, el “amigo de Von Daniken”, como escribe el gran investigador y novelista español Javier Sierra,  en el prologo a la versión española de La Historia Miente. Daniken estudió por años el Libro de Enoc (un texto no canónico para las iglesias cristianas) en sus diferentes versiones y traducciones,  llegando a la conclusión que el “patriarca asistió como hombre privilegiado a un curso  en una nave nodriza asistido por extraterrestres”. Dichos textos son unas delicias para los teóricos de los antiguos astronautas, ya que en ellos se encontrarían pasajes referidos  a datos astronómicos, rebeliones en las tripulaciones de naves espaciales, sexo entre humanos y extraterrestres, conocimientos que no se podrían esperar de una sociedad humana antes del diluvio, entre otros datos “tecnológicos”. Enoc recibe de los ángeles (obviamente extraterrestres para Daniken) libros para poner al alcance de las generaciones futuras de la Tierra, donde se encuentran las pruebas de la participación extraterrestre en nuestra historia como civilización. Y como si esto fuera poco, el escritor suizo presenta un largo capítulo dedicado a su ya famosa aventura en Ecuador con Juan Moricz, el principal protagonista de la historia de la cueva de los Tayos y sus fantásticos tesoros. Luego de defenderse de las acusaciones de falsear la historia, lo que vio o dejó de ver personalmente, que tantos enemigos le provocó ( Moricz  incluido), Von Daniken va todavía más lejos, relacionando la supuesta biblioteca de planchas de oro y demás metales (con escrituras que nos contarían la historia de nuestras primigenias civilizaciones y que se encontraría a resguardo en las profundidades de las cavernas amazónicas), con los libros Eter y Nefi de los mormones y también cree que habría una conexión con las escrituras recibidas por Enoc. Como ven, nuestro escritor no se ahorra nada. En este complejo asunto de la biblioteca de los Tayos, Daniken se equivoca, a mi juicio, dándole protagonismo a un personaje como Petronio Jaramillo. Recomiendo leer el otro lado de esta historia, en el libro de Gerardo Peña Matheus, quien fue abogado de Juan Moricz:  Historia documentada  del descubrimiento de las Cuevas de los Tayos.  Allí, como en este libro que estamos reseñando, se publican las correspondencias entre el abogado y Von Daniken, para que cada uno saque sus propias conclusiones  . En fin…en este asunto de los Tayos se han escrito tantas barbaridades…



 Para concluir el libro, nuestro investigador nos presenta las últimas y sorprendentes investigaciones sobre la llanura de Nazca (Perú), que él mismo propició, junto con un grupo científico interdisciplinar. Sus hallazgos consistieron en detectar irregularidades geoeléctricas  en diferentes zonas de la pampa peruana, así como grandes concentraciones de arsénico en los  sedimentos y también un material blanquecino que está compuesto de cristal; lo que indica que el misterio de Nazca está lejos de resolverse. No habrá sido que antiguos astronautas
 Erich Von Daniken. Se lo ama o se lo detesta, pero nunca pasa indiferente.

Nota: el libro tiene algunos errores de traducción y de impresión. Amigos de Edaf: sean más rigurosos y ¡sigan editando a Von Daniken!

viernes, 5 de octubre de 2012

UN RECUERDO PARA RAY BRADBURY


El 5 de Junio de este año falleció Ray Bradbury. No puedo dejar por lo menos, de escribir unas pocas palabras en homenaje a este maravilloso escritor.
 Recuerdo que, hace ya muchos años, leí su Crónicas Marcianas y quedé realmente fascinado con su poética prosa y su incomparable imaginación. Fue el punto de partida de mi admiración por este creador de historias y personajes inolvidables. Un Rara Avis dentro del género de la ciencia ficción; su literatura estaba más cerca de la forma poética y de la fantasía, de lo que nos tenían acostumbrado sus pares en un género poco reconocido por los académicos.
 Perseguí sus libros hasta el día de hoy. Pasaron ante mis excitados ojos: La feria De Las Tinieblas, El Vino Del Estío, El Hombre Ilustrado, Remedio Para Melancólicos, Las Doradas Manzanas Del Sol, Sombras Verdes, Ballena Blanca,  Fantasmas De Lo Nuevo, el maravilloso Fahrenheit 451 y algún otro que ahora se me escapa. Lo que no se me escapa en estos momentos, es recordarlo como seguramente él quiso: leyéndolo.
 Ray se fue, pero por suerte me quedan más de sus historias por disfrutar, para volver a viajar al pasado, al espacio, a Marte y al futuro.
En mi país, en una aciaga y neblinosa época, se quemaron libros que ayudaban a pensar, como en su profético libro Fahrenheit 451 (1953), por ello me gusta citar esta frase del maestro: “Hay peores cosas que quemar libros, una de ellas es no leerlos”.
 Sus cenizas deberían, como él así lo deseó, descansar sobre la superficie del planeta Marte, esparcidas por sus esfinges, pirámides y ciudades ruinosas, que habitaron otrora una civilización marciana.
 Para finalizar, un ejemplo de sus magníficos cuentos:

Calidoscopio (El Hombre Ilustrado, 1951 )

El primer impacto rajó la nave como si fuera un gigantesco abrelatas. Los hombres fueron arrojados al espacio, retorciéndose como una docena de peces fulgurantes. Se diseminaron en un mar oscuro mientras la nave, convertida en un millón de fragmentos, proseguía su ruta semejando un enjambre de meteoritos en busca de un sol perdido.
-Barkley, Barkley, ¿dónde estás?
Voces aterrorizadas, niños perdidos en una noche fría.
-¡Woode, Woode!
-¡Capitán!
-Hollis, Hollis, aquí Stone.
-Stone, soy Hollis. ¿Dónde estás?
-¿Cómo voy a saberlo? Arriba, abajo... Estoy cayendo. ¡Dios mío, estoy cayendo!
Caían. Caían, en la madurez de sus vidas, como guijarros diminutos y plateados. Se diseminaban como piedras lanzadas por una catapulta monstruosa. Y ahora en vez de hombres eran sólo voces.
Voces de todos los tipos, incorpóreas y desapasionadas, con distintos tonos de terror y resignación.
-Nos alejamos unos de otros.
Era cierto. Hollis, rodando sobre sí mismo, sabía que lo era y, de alguna forma, lo aceptó. Se alejaban para recorrer distintos caminos y nada podría reunirles de nuevo. Vestían sus trajes espaciales, herméticamente cerrados, sus pálidos rostros ocultos tras las placas faciales. No habían tenido tiempo de acoplarse las unidades energéticas. Con ellas, habrían sido pequeños botes salvavidas flotando en el espacio. Se habrían salvado, habrían salvado a otros, habrían encontrado a todos hasta unirse para formar una isla de hombres y pensar en alguna salida. Pero ahora, sin las unidades energéticas acopladas a sus hombros, eran meteoritos alocados encaminándose hacia destinos diversos e inevitables.
Pasaron diez minutos. El terror inicial se apagó, dando paso a una calma metálica. Sus voces extrañas empezaron a entrelazarse en el espacio, un telar inmenso y oscuro, cruzándose y volviéndose a cruzar hasta formar el tejido final.
-Stone a Hollis. ¿Cuánto tiempo podremos hablar por radio?
-Depende de tu velocidad y la mía.
-Una hora, supongo.
-Algo así -dijo Hollis, pensativo y tranquilo.
-¿Qué sucedió? -preguntó Hollis al cabo de un minuto.
-El cohete estalló, eso es todo. Los cohetes estallan, ¿sabes?
-¿Hacia dónde caes?
-Creo que me estrellaré en el Sol.
-Yo en la Tierra. De vuelta a la madre Tierra a quince mil kilómetros por hora, arderé como una cerilla.
Hollis pensó en ello con una sorprendente serenidad. Le parecía estar separado de su cuerpo, viéndolo caer y caer en el espacio, con la misma tranquilidad con la que había visto caer los primeros copos de nieve de un invierno muy lejano.
Los otros guardaban silencio. Pensaban en el destino que les había llevado a esto, a caer y caer sin poder hacer nada para evitarlo. Hasta el capitán callaba, porque no había orden o plan que pudiera arreglarlo todo.
-¡Oh, esto es interminable! ¡Interminable, interminable! -exclamó una voz. ¡No quiero morir, no quiero morir! ¡Esto es interminable!
-¿Quién habla?
-No lo sé.
-Creo que es Stimson. Stimson, ¿eres tú?
-Esto es interminable y no me gusta. ¡Dios mío, no me gusta nada!
-Stimson, aquí Hollis. Stimson, ¿me oyes?
Una pausa. Seguían separándose unos de otros.
-¿Stimson?
-Sí -replicó por fin.
-Stimson, tranquilízate. Todos tenemos el mismo problema.
-No quiero estar aquí. Me gustaría estar en cualquier otro sitio.
-Hay una posibilidad de que nos encuentren.
-Si, sí, seguro -dijo Stimson-. No creo en esto, no creo que esté sucediendo realmente.
-Es una pesadilla -dijo alguien.
-¡Cállate! -ordenó Hollis.
-Ven y hazme callar -contestó la voz. Era Applegate. Se reía con toda tranquilidad, sin histeria-. Ven y hazme callar.
Por primera vez, Hollis sintió su impotencia. La cólera se adueñó de él porque en aquel momento deseaba, más que ninguna otra cosa, herir a Applegate. Había esperado muchos años para poder hacerlo..., y ahora era demasiado tarde. Applegate era únicamente una voz radiofónica.
¡Y seguían cayendo y cayendo!
Dos de los hombres se pusieron a gritar, de repente, como si acabaran de descubrir el horror de su situación. Hollis vio a uno de ellos, en una pesadilla, flotando muy cerca de él, chillando y chillando.
-¡Basta!
El hombre estaba casi al alcance de su mano. Gritaba enloquecido. Nunca se callaría. Seguiría chillando durante un millón de kilómetros, mientras se encontrara en el campo de acción de la radio. Fastidiaría a todos los demás e impediría que hablaran entre sí.
Hollis alargó la mano. Era mejor así. Hizo un último esfuerzo y tocó al hombre. Se agarró a su tobillo y fue desplazando la mano hasta llegar a la cabeza. El hombre chilló y se retorció como si estuviera ahogándose. Sus gritos llenaron el universo.
"Da lo mismo -pensó Hollis-. El Sol, la Tierra o los meteoros lo matarán igualmente. ¿Por qué no ahora?"
Hollis aplastó la placa facial del hombre con su puño metálico. Los gritos cesaron. Se apartó del cadáver y lo dejó alejarse siguiendo su propio curso, cayendo y cayendo.
Hollis y los demás seguían cayendo sin cesar en el espacio, en el interminable remolino de un terror silencioso.
-Hollis, ¿sigues ahí?
Hollis no contestó. Una oleada de calor inundó su rostro.
-Aquí Applegate otra vez.
-¿Qué hay, Applegate?
-Hablemos. No podemos hacer otra cosa.
El capitán intervino.
-Ya es suficiente. Tenemos que encontrar una solución.
-Capitán, ¿por qué no se calla?
-¿Qué?
-Ya me ha oído, capitán. No pretenda imponerme su rango, porque nos separan quince mil kilómetros y no tenemos que engañarnos. Tal como dijo Stimson, la caída es interminable.
-¡Compórtese, Applegate!
-No quiero. Esto es un motín de uno solo. No tengo una maldita cosa que perder. Su nave era mala, usted un mal capitán, y espero que se ase cuando llegue al Sol.
-¡Le ordeno que se calle!
-Adelante, vuelva a ordenarlo. -Applegate sonrió a quince mil kilómetros de distancia. El capitán no dijo nada más-. ¿Dónde estábamos, Hollis? Ah, sí, ya recuerdo. También te odio a ti. Pero tú ya lo sabes. Hace mucho tiempo que lo sabes.
Hollis, desesperado, cerró los puños.
-Quiero confesarte algo -prosiguió Applegate-. Algo que te hará feliz. Fui uno de los que votaron contra ti en la Rocket Company, hace cinco años.
Un meteorito surcó el espacio. Hollis miró hacia abajo y vio que no tenía mano izquierda. La sangre brotaba a chorros. De repente, advirtió la falta de aire en su traje. El oxígeno que conservaba en los pulmones le permitió, sin embargo, hacer un nudo a la altura de su codo izquierdo, apretando la juntura y cerrando el escape. La rapidez del suceso no le dio tiempo a sorprenderse. Ninguna cosa podía sorprenderle en aquel momento. Ya cerrado el boquete, el aire volvió a llenar el traje en un instante. Y la sangre, que había brotado con tanta facilidad, quedó comprimida cuando Hollis apretó aún más el nudo, hasta convertirlo en un torniquete.
Todo esto había sucedido en medio de un terrible silencio por parte de Hollis. Los otros hombres conversaban. Uno de ellos, Lespere, hablaba sin cesar de su mujer de Marte, de su mujer venusiana, de su mujer de Júpiter, de su dinero, sus buenos tiempos, sus borracheras, su afición al juego, su felicidad... Hablaba y hablaba, mientras todos caían. Lespere, feliz, recordaba el pasado mientras se precipitaba a la muerte.
¡Todo era tan raro! Espacio, miles de kilómetros de espacio, y voces vibrando en su centro. Ningún hombre al alcance de la vista, sólo las ondas de radio se agitaban tratando de emocionar a otros hombres.
-¿Estás enfadado, Hollis?
-No.
Y no lo estaba. Había recuperado la serenidad. Era una masa insensible, cayendo para siempre hacia ninguna parte.
-Durante toda tu vida quisiste llegar a la cumbre, Hollis. Y yo lo impedí. Siempre quisiste saber lo que había ocurrido. Bien, voté contra ti antes de que me despidieran a mí también.
-No tiene importancia.
Y no la tenía. Todo había terminado. Cuando la vida llega a su fin es como un intenso resplandor. Un instante en el que todos los prejuicios y pasiones se condensan e iluminan en el espacio, antes de que se pueda decir una sola palabra. Hubo un día feliz y otro desdichado, hubo un rostro perverso y otro bondadoso... El resplandor se apaga y se hace la oscuridad.
Hollis pensó en su pasado. Al borde de la muerte, una sola cosa le atormentaba y por ella, únicamente por ella, deseaba seguir viviendo. ¿Sentirían lo mismo sus compañeros de agonía? ¿Tendrían aquella sensación de no haber vivido nunca? ¿Pensarían, como él, que la vida surge y muere antes de poder respirar una vez? ¿Les parecería a todos tan abrupta e imposible, o sólo a él, aquí, ahora, con escasas horas para meditar?
Uno de los otros hombros estaba hablando.
-Bueno, yo viví bien. Tuve una esposa en Marte, otra en Venus y otra en Júpiter. Todas tenían dinero y se portaron muy bien conmigo. Fue maravilloso. Me emborrachaba, y hasta una vez gané veinte mil dólares en el juego.
"Pero ahora estás aquí -pensó Hollis-. Yo no tuve nada de eso. Tenía celos de ti, Lespere. En pleno trabajo envidiaba tus mujeres y tus juergas. Las mujeres me asustaban y huía al espacio, siempre deseándolas, siempre celoso de ti por tenerlas, por tu dinero, por toda la felicidad que podías conseguir con aquella vida alocada. Pero ahora se acabó todo, caemos. Ya no tengo celos de ti. Es mi final y el tuyo y todo parece no haber sucedido nunca."
Hollis levantó el rostro y gritó por la radio:
-¡Todo ha terminado, Lespere!
Silencio.
-¡Como si nunca hubiese ocurrido, Lespere!
-¿Quién habla? -preguntó Lespere temblorosamente.
-Soy Hollis.
Se sintió miserable. Era la mezquindad, la absurda mezquindad de la muerte. Applegate le había herido y él, Hollis, quería herir a otro. Applegate y el espacio le habían herido.
-Ahora estás aquí, Lespere. Todo ha terminado, como si nunca hubiera sucedido, ¿no es cierto?
-No.
-Cuando llega el final, todo parece no haber ocurrido nunca. ¿Es mejor tu vida que la mía, ahora? Antes, sí, ¿y ahora? El presente es lo que cuenta. ¿Es mejor? ¿Lo es?
-¡Sí, es mejor!
-¿Por qué?
-Porque conservo mis pensamientos, ¡porque recuerdo! -gritó Lespere, muy lejos, indignado, apretando los recuerdos a su pecho con ambas manos.
Y estaba en lo cierto. Hollis lo comprendió mientras una sensación fría como el hielo fluía por todo su cuerpo. Existían diferencias entre los recuerdos y los sueños. A él sólo le quedaban los sueños de las cosas que había deseado hacer, pero Lespere recordaba cosas hechas, consumadas. Este pensamiento empezó a desgarrar a Hollis con una precisión lenta, temblorosa.
-¿Y para qué te sirve eso? -gritó a Lespere-. ¿De qué te sirve ahora? Lo que llega a su fin ya no sirve para nada. No estás mejor que yo.
-Estoy tranquilo -contestó Lespere-. Tuve mi oportunidad. Y ahora no me vuelvo perverso, como tú.
-¿Perverso?
Hollis meditó. Nunca, en toda su vida, había sido perverso. Nunca se había atrevido a serlo. Durante muchos años debió de haber estado guardando su perversidad para una ocasión como la actual. "Perverso". La palabra martilleó en su mente. Se le saltaron las lágrimas y resbalaron por su cara.
-Cálmate, Hollis.
Alguien había escuchado su voz sofocada.
Era completamente ridículo. Tan sólo un momento antes, había estado aconsejando a otros, a Stimson... Había sentido coraje y creído que era auténtico. Pero, ahora lo comprendía, no se trataba más que de conmoción, y de la "serenidad", que puede acompañarla. Y ahora trataba de condensar toda una vida de emociones reprimidas en un intervalo de minutos.
-Sé lo que sientes, Hollis -dijo Lespere, ya a treinta mil kilómetros de distancia, con una voz cada vez más apagada-. No me has ofendido.
"Pero, ¿no somos iguales? -se preguntó un aturdido Hollis-. ¿Lespere y yo? ¿Aquí, ahora? Si algo ha terminado, ya está hecho. ¿Qué tiene de bueno, entonces? Los dos moriremos, de una forma o de otra."
Pero Hollis sabía que todo aquello era puro raciocinio. Era como intentar explicar la diferencia entre un hombre vivo y un cadáver: uno poseía una chispa, un aura, un elemento misterioso, y el otro no.
Y lo mismo ocurría con Lespere y él. Lespere había vivido enteramente, y ello le convertía ahora en un hombre diferente. Y él, Hollis, había estado muerto durante muchos años. Se acercaban a la muerte siguiendo distintos caminos y, con toda probabilidad, si existieran varios tipos de muertes, el de Lespere y el suyo serían tan diferentes como la noche y el día. La cualidad de la muerte, como la de la vida, debe ser de una variedad infinita. Y si uno ya ha muerto una vez, ¿por qué preocuparse de morir para siempre, tal como estaba muriendo él ahora?
Un momento después descubrió que su pie derecho había desaparecido. Estuvo a punto de reír. El aire por segunda vez había escapado de su traje. Se inclinó rápidamente y vio salir la sangre. El meteorito había cortado la carne y el traje hasta el tobillo. Oh, la muerte en el espacio era humorística: te despedaza poco a poco, cual tétrico e invisible carnicero. Hollis apretó la válvula de la rodilla. Sentía dolor y mareo. Luchó por no perder la conciencia, apretó más la válvula y contuvo la sangre, conservando el aire que le quedaba. Se enderezó y prosiguió su caída. No podía hacer más.
-¿Hollis?
Hollis respondió cansinamente, harto de aguardar la muerte.
-Aquí Applegate de nuevo -dijo la voz.
-Sí.
-He estado pensando, y escuchándote. Esto no va bien. Nos convierte en perversos. Es una forma de morir muy mala, nos saca toda la maldad que llevamos dentro. Hollis, ¿me escuchas?
-Sí
-Te mentí. Hace un momento. Te mentí. No voté contra ti. No sé por qué lo dije. Creo que deseaba hacerte daño. Parecías el más indicado. Siempre nos hemos peleado, Hollis. Creo que me estoy haciendo viejo de repente, arrepintiéndome. Cuando oí que tú eras un perverso me avergoncé. Es igual, quiero que sepas que yo también fui un idiota. No hay ni pizca de verdad en todo lo que dije. Y vete al infierno.
Hollis sintió que su corazón volvía a latir. Había estado parado durante cinco minutos. Ahora, todos sus miembros recuperaron el calor. La conmoción había terminado, y los sucesivos ataques de cólera, terror y soledad iban disipándose. Era un hombre recién salido de una ducha fría matutina, listo para desayunar y enfrentarse a un nuevo día.
-Gracias, Applegate.
-No hay de qué. Y anímate, bobo.
-¿Dónde está Stimson? ¿Cómo se encuentra?
-¿Stimson?
Todos escuchaban atentamente:
-Debe de haber muerto.
-No lo creo. ¡Stimson!
Volvieron a escuchar.
Y oyeron una respiración dificultosa, lejana, lenta...
-Es él. Escuchad.
-¡Stimson!
Nadie respondió.
Sólo podían oír una respiración lenta y bronca.
-No contestará.
-Ha perdido el conocimiento. Dios lo ayude.
-Es él, escuchen.
Una respiración apenas audible, el silencio.
-Está encerrado como una almeja. Encerrado en sí mismo, haciendo una perla. Considérenlo así, todo tiene su poesía. Él es más feliz que nosotros.
Stimson flotaba en la lejanía. Todas lo escucharon.
-¡Eh! -dijo Stone.
-¿Qué?
Hollis había contestado con toda su fuerza. Stone, más que ningún otro, era un buen amigo.
-Estoy entre un enjambre de meteoritos, pequeños asteroides.
-¿Meteoritos?
-Creo que es el grupo de Mirmidón, que se desplaza entre Marte y la Tierra y tarda cien años en recorrer su órbita. Me encuentro justo en el medio. Es como un calidoscopio gigante. Hay colores, formas y tamaños de todos los tipos. ¡Dios mío, qué hermoso es todo esto!
Silencio.
-Me voy con ellos -prosiguió Stone-. Me llevan con ellos. Estoy condenado. -Y se rió de buena gana.
Hollis trató de ver algo, pero sin conseguirlo. Allí sólo había las grandes joyas del espacio, los diamantes, los zafiros, las nieblas de esmeraldas y las tintas de terciopelo del espacio, y la voz de Dios confundiéndose entre los resplandores cristalinos. Era algo increíble y maravilloso pensar en Stone acompañando al enjambre de meteoritos. Iría más allá de Marte y volvería a la Tierra cada cinco años. Entraría y saldría de las órbitas de los planetas durante las siguientes miles y miles de años. Stone y el enjambre de Mirmidón, eternos e infinitos, girarían y se modelarían como los colores del calidoscopio de un niño cuando éste levanta el tubo hacia el sol y lo va girando.
-Adiós, Hollis. -La voz de Stone, ya muy debilitada-. Adiós.
-Buena suerte -gritó Hollis, a cincuenta mil kilómetros de distancia.
-No te hagas el gracioso -dijo Stone.
Silencio. Las estrellas se unían más y más entre ellas.
Todas las voces iban apagándose. Todas y cada una seguían su propia ruta; unas hacia el Sol, otras hacia el espacio remoto. Como el mismo Hollis. Miró hacia abajo. Él, y sólo él, volvía solitario a la Tierra.
-Adiós.
-Tómatelo con calma.
-Adiós, Hollis -dijo Applegate.
Adioses innumerables, despedidas breves. El gran cerebro, extraviado, se desintegraba. Los componentes de aquel cerebro, que habían trabajado con eficiencia y perfección dentro de la caja craneal de la nave espacial, cuando ésta aún surcaba el espacio, morían uno a uno. Todo el significado de sus vidas saltaba hecho añicos. Igual que el cuerpo muere cuando el cerebro deja de funcionar, el espíritu de la nave, todo el tiempo que habían pasado juntos, lo que los unos significaban para los otros, todo eso moría. Applegate ya no era más que un dedo arrancado del cuerpo paterno, ya nunca más sería motivo de desprecio o intrigas. El cerebro había estallado y sus fragmentos inútiles, faltos de misión que cumplir, se desperdigaban. Las voces desaparecieron y el espacio quedó en silencio. Hollis estaba solo, cayendo.
Todos estaban solos. Sus voces se habían desvanecido como los ecos de palabras divinas vibrando en el cielo estrellado. El capitán marchaba hacia el Sol. Stone se alejaba entre la nube de meteoritos, y Stimson, encerrado en sí mismo. Applegate iba hacia Plutón. Smith, Turner, Underwood... Los restos del calidoscopio, las piezas de lo que otrora fue algo coherente, se esparcían por el espacio.
"¿Y yo? -pensó Hollis-. ¿Qué puedo hacer?. ¿Puedo hacer algo para compensar una vida terrible y vacía? Si pudiera hacer algo para reparar la mezquindad de todos estos años, el absurdo del que ni siquiera me daba cuenta... Pero no hay nadie aquí. Estoy solo. ¿Cómo hacer algo que valga la pena cuando se está solo? Es imposible. Mañana por la noche me estrellaré contra la atmósfera de la Tierra. Arderé, y mis cenizas se esparcirán por todos los continentes. Seré útil. Sólo un poco, pero las cenizas son cenizas y se mezclarán con la tierra."
Caía rápidamente, como una bala, como un guijarro, como una pesa metálica. Sereno, ni triste ni feliz... Lo único que deseaba, cuando todos los demás se habían ido, era hacer algo válido, algo que sólo él sabría.
"Cuando entre en la atmósfera, arderé como un meteoro."
-Me pregunto si alguien me verá -dijo en voz alta.
Desde un camino, un niño alzó la vista hacia el cielo.
-¡Mira, mamá! ¡Mira! -gritó-. ¡Una estrella fugaz!
La estrella blanca, resplandeciente, caía en el polvoriento cielo de Illinois.
-Pide un deseo -dijo la madre del niño-. Pide un deseo.